La libertad de prensa siempre amenazada

La libertad de prensa siempre amenazada

Legitimación del poder y libertad de expresión:

Es un hecho que todo grupo que aspire a durar debe generar poder, pero ¿cómo podemos justificar que siendo todos iguales, sea uno solo el que mande? Se han pronunciado tres posibles respuestas a este interrogante:

*La primera considera que el poder nunca se justifica. Todo gobierno sería por definición injusto, opresor: Estamos ante el planteamiento anarquista el cual sostiene que si somos todos iguales no se admite que alguien se imponga sobre los demás. El anarquista reconoce que se deben tomar decisiones pero sostiene que las mismas deben surgir de un régimen asambleario, en el cual decidan todos y quien no está de acuerdo con determinada decisión puede retirarse del grupo.

*La segunda posición sostiene que el poder se justifica mediante el miedo, por ello existen mecanismos como las cárceles, los jueces que aplican sanciones a quienes infringen las leyes.

*La tercera postura dirá que el poder se justifica cuando es legítimo, para lo cual hay que distinguir entre el acceso al poder y el ejercicio del poder. Si el gobierno es débil, la sociedad de desorganiza y puede llegar a disgregarse, si el gobierno es fuerte puede aplastar a la población.

Otro de los cuestionamientos que se plantea el autor es: ¿Cómo lograr que gobiernen los mejores, los más preparados y más honestos?
Lo que se pide al gobernante es que sea justo. Los criterios de reparto de cargas y beneficios deben ser públicos y aplicarse con equidad. Nombrando a un filósofo como Kant, este propone un triple criterio que debe satisfacer el gobernante que aspira verdaderamente a la justicia: la libertad de expresión, la libertad de emigración y la libertad para cambiar las leyes. Kant dice que tenemos la obligación de obedecer sin reservas al soberano, pero ese deber va inseparablemente unido al derecho a criticarlo. Si el gobernante impide el debate y la crítica, o bien no tiene argumentos para justificar su postura y su gobierno es puramente idiosincrático, o bien busca un objetivo ilegal y pretende evitar que el asunto se haga público.


Tres tipos comunicativos:

Existen tres principales modalidades de comunicación según el objetivo que se propongan, así tenemos la INFORMACION, ENTRETENIMIENTO Y PERSUACION.
Dentro de la información, se distingue la información y la opinión. En épocas pasadas en los diarios estas formas aparecían de manera separada en secciones, con distintos tipos de redacción e incluso con distintos jefes.
Hoy en día con la superación del paradigma de la objetividad, los medios no reflejan el acontecer social, ni el notario se limita a levantar acta de lo que realmente sucede. No se posicionan fuera de la sociedad para poder analizarla con la objetividad con la que se proponen, son actores más. El contenido de lo transmitido resulta de la selección realizada por criterios determinados, en contextos previos en los que influye la percepción e interpretación llevada a cabo.
Las fronteras que separan estos tres tipos de comunicación se han difuminado, para atraer públicos masivos la información se esfuerza por entretener, recurren así a textos más breves, diseños menos serios, e incluso apelar al show al comic.
La cercanía con los gobiernos asegura la obtención de contratos y la defensa de los intereses de una clase determinada además de la influencia ideológica que los medios de comunicación generan en sus lectores o sus televidentes.

El último interrogante que se plantea el autor es: ¿la libertad de expresión en peligro?
El mayor problema de la actualidad en este aspecto es que existe una innegable disminución de lo que es la libertad de expresión, lo que genera que el pluralismo se vea amenazado. Todo el orden social, no solo en nuestro país, sino en todos los lugares del mundo, aunque cuente con estructuras y organizaciones bien formadas, puede ser frágil por naturaleza, lo que requiere que los actores sociales estén “atentos”, si los mismos dejan de esforzarse, el caos toma protagonismo y ese mismo orden comienza a decaer. Esto, por tanto, conlleva a un debilitamiento de las instituciones generando desconfianza y apatía en los ciudadanos. Frente a este problema, no existe otra solución que defender, y seguir defendiendo, la libertad de expresión mediante actos concretos. Como concluye el autor: (...)"La libertad de expresión, ese bien tan decisivo como vulnerable, no es un lujo prescindible, una especie de guinda que corona la tarta del Estado de Derecho o del Bienestar, Hay mucho en juego" (...)