TRABAJO Nº 4

Legitimación del poder y libertad de expresión

El artículo comienza planteando el interrogante de cómo se justifica, que siendo todos iguales, sea uno solo el que mande. Dicho interrogante fue objeto de estudio de la filosofía política, planteándose tres respuestas a dicha pregunta.
La primera considera que el poder nunca se justifica. El planteamiento anarquista establece que todo gobierno sería por definición injusto, opresor, por lo cual, si todos somos iguales, no resulta admisible que alguien destaque e intente imponer su voluntad a los demás. La solución para el régimen es que las soluciones que preocupan a todos se tomen en conjunto, en régimen asambleario, dándole la posibilidad a quien no esté conforme con la decisión tomada por el grupo, de abandonar el mismo.
La segunda respuesta declara que el poder se justifica por el miedo. El Gobierno dispone de policía, cárceles y jueces, de forma que el que infringe la ley se expone a un castigo.
La tercera respuesta afirma que el poder se justifica cuando es legítimo, lo cual requiere esclarecer el concepto de legitimidad, siendo el objetivo de las democracias modernas el regular de una forma más o menos imparcial el acceso al poder para luego, en virtud del procedimiento establecido, el nuevo gobernante tome posesión, trabaje y dedique el tiempo y esfuerzo necesarios para cumplir de la manera más eficiente su función.

¿La libertad de expresión está en peligro?

La libertad de expresión es siempre frágil, una conquista arrancada con mucho esfuerzo a los poderosos y nunca está asegurada para siempre, siendo una de las causales que los medios se prestan al juego del poder consecuencia de alianzas con políticos y empresarios.
En Francia, por ejemplo, el setenta por ciento de los diarios y revistas pertenece a dos empresarios, Dassault y Lagardère, que curiosamente operan en el mismo sector, aeronáutico y armamentístico. Un tercero en discordia, el importante constructor Bouygues, es el dueño de TF 1, el canal privado de televisión más grande de Europa. Los tres, amigos del presidente Sarkozy de toda la vida, aprovechan sin escrúpulos sus medios de comunicación para hacer negocios o influir ante el Gobierno.
La situación de España no es mucho mejor: televisiones públicas, nacional y autonómicas, como correas de transmisión de los Ejecutivos de turno; autonomías que financian periódicos de información general; grupos multimedia afines al Gobierno con deudas multimillonarias que se salvan de la quiebra por presiones políticas.
Como corolario de todo esto debemos destacar que todo orden social, toda elaboración estructural, es frágil por naturaleza. En cuanto los actores sociales dejan de esforzarse, se confían y bajan la guardia, la entropía gana terreno, el orden decae y reaparece el caos. Defender la libertad de expresión ayudará a evitar que se repita el caos y decaiga el orden.

CUCCHIETTI, LUCIA